LA CAZA

Buenas, amig@s
Este cuento tuve dudas de cómo acabarlo. Al final me decidí por este desenlace. Pero quizás otro, también habría sido interesante. ¿Qué os parece?


LA CAZA

El sol comenzaba a despuntar creando un tono anaranjado en la ribera del río. Dentro del piti,  Kenai acariciaba la suave piel de Nashua, mientras relataba una de sus incursiones con los Ojibwa. El joven Yuma, envuelto en las pieles, todavía dormía.

Aquella mañana los hombres de Kenai partirían para cazar. Durante días estarían fuera y volverían con bisontes para alimentar al pueblo durante una buena temporada.

Siempre que llegaba ese momento, sufría pensando en dejar la tribu sin los hombres más fuertes. En la aldea solo quedarían las mujeres, los más jóvenes y los ancianos.  Normalmente los Ojibwa no solían cruzar el río. Aun así, el riesgo existía.

Kenai se levantó y se acercó a su hijo:

—Yuma, despierta. Llegó la hora de irme y tengo que hablar contigo antes.

El joven se desperezó a regañadientes. Kenai le entregó un paquete envuelto en retales de pieles de venado. Yuma lo abrió. Encontró una vaina decorada con plumas y dibujos simbólicos, y en su interior, un cuchillo de cuernos de venado sujeto a un mango de madera.

Todos los guerreros se convocaron en la explanada. Kenai llevaba un penacho compuesto por plumas de águila que constituía un símbolo del Pájaro del Trueno, el espíritu universal. Nashua, se había ataviado con un precioso vestido blanco, de bisonte albino que resaltaba el moreno de su piel y cabello.

—Kenai, qué la fuerza y el poder del dios águila esté contigo—le dijo la mujer—. Pensaré en ti cada noche que no estés en mi lecho. Soñaré con tu regreso.

Kenai y sus hombres montaron en sus caballos y una nube de polvo cubrió sus pasos. Nashua no apartó la vista hasta que desaparecieron en el horizonte.

Tras varios días persiguiendo a las manadas de bisontes, llegaron a una zona donde acampar. Uno de los más jóvenes guerreros se alejó para inspeccionar la zona. Volvió con signos de alarma en su rostro.

—He visto a los Ojibwa entre las montañas. Están danzando y festejando alguna victoria.

Se acercaron con sigilo hasta donde el joven les indicó. Efectivamente, un grupo de guerreros Ojibwa con rostros pintados daban gritos de victoria alrededor de una hoguera.

Kenai con señas, organizó a su grupo alrededor del grupo enemigo. Un ataque por sorpresa serviría de ventaja contra los ebrios y confiados guerreros.

Cuando se disponía a dar la orden para atacar, vio un joven que salía entre los árboles riendo. Tendría más o menos la edad de Yuma. Era un niño aún.

Se detuvo, acercándose más. Tenía que comprobarlo. Allí estaban. Era un grupo de guerreros jóvenes Ojibwa. Debían de haber salido buscando honores y para ello, necesitaban lograr alguna hazaña. Por su actitud, parecían haberlo logrado.

Miró a sus compañeros. Todos debían pensar lo mismo. Con un gesto les propuso girarse y buscar otro sitio para acampar.

Pero de repente, se arrojaron sobre los Ojibwa, con los ojos inyectados en sangre y lanzando un grito de guerra que desgarraba el silencio reinante:

El muchacho que vio reír junto a la hoguera, había levantado una vaina decorada con plumas y dibujos simbólicos, de cuyo interior había extraído un cuchillo de cuernos de venado. Su compañero, le había secundado, elevando un precioso vestido blanco de bisonte albino, salpicado de sangre.


ESTRELLA VEGA
15-11-2019

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