LA NIEBLA

Buenas amig@s
Este cuento lo creamos en colaboración con Samuel Cuellar. La primera vez que trabajábamos juntos. Espero que os guste. Nosotros lo hicimos con mucha ilusión...


LA NIEBLA

A pesar de ser junio, en Cracovia bajaba la temperatura durante la noche.

Luca se alejó de su pelotón y buscó un rincón donde sentarse sin miradas incómodas. No podía apartar de su mente el rostro de Hugo desfigurado por la metralla, sus gritos y la sangre brotando a borbotones.

Dejó su MP 40 apoyada en un árbol y encendió un cigarrillo procurando tranquilizarse. Necesitaba la soledad para pensar.

Durante la guerra había perdido a muchos de sus camaradas. Escribió en el suelo sus nombres. Añadió al pequeño Dieter. El último en llegar y al que salvó en varias ocasiones de las novatadas de sus compañeros. A Erik, que, curiosamente, era de su mismo pueblo. Por las noches les gustaba sentarse a recordar costumbres y hablar de conocidos comunes.

Dio una última calada y tiró el cigarrillo. Añadió el nombre de Frank. Un joven fuerte y cuyo valor le había salvado varias veces el cuello. Ambos habían sido inseparables. Habían estado en todas las escaramuzas desde el comienzo. Se conocieron en la batalla de Wizna. Durante esos tres días que estuvieron asediando a los polacos. Todos habían muerto. Y ahora, Hugo también estaba muerto. No es que tuviese gran amistad con él, pero le impresionó su forma de morir. Intentó recordar por qué le llamaban el Bydgo. Pero le era imposible. Notó humedad en su rostro. ¡Niebla! En junio no era normal.

Oyó unos pasos y se puso en guardia. Una figura apareció entre la bruma sin responderle. Luca reconoció por en andar a Kurt. Le seguía Bert a pocos pasos. Sin hacer ningún comentario se sentaron a su lado. Kurt le ofreció un cigarrillo y Luca se lo aceptó.

 ̶ ¿Recordáis por qué a Hugo le llamábamos Bydgo? ̶ preguntó.

Kurt se quedó pensativo y fue Bert quien contestó:

 ̶ Porque había participado en la escaramuza de Bydgoszcz.

Luca iba a preguntar cómo lo sabía y entonces recordó. Bert también había estado en esa refriega. Ahora Luca sabía por qué la relación con Hugo nunca fue buena. Luca podía aceptar las muertes durante una batalla, pero en Bydgoszcz habían matado a unos niños. Hugo se vanagloriaba de haber ametrallado a unos boyscouts en la plaza del mercado y al sacerdote que les iba a administrar la extremaunción. Luca, desde entonces, se mantuvo a distancia de él.
La envolvente niebla comenzaba a ser más espesa y apenas podían distinguir sus propios rostros. Decidieron regresar al campamento. Pronto reconocieron que estaban perdidos. En aquella espesa bruma era imposible localizar su compañía. Si seguían caminando seguramente se alejarían aún más. Bert se había quedado rezagado y su voz parecía alejarse por momentos.

Una sombra se acercaba a dónde ellos se encontraban y Kurt gritó el nombre de Bert. No hubo respuesta alguna. La sombra desapareció entre los árboles tan rápido como había aparecido.

Luca se dio cuenta que Kurt comenzaba a perder el control e intentó tranquilizarle.

-Busquémosle, pero permanezcamos juntos. Es posible que no sean de los nuestros.

Bert se encontraba a unos cuatrocientos metros, desorientado y corriendo sin rumbo. Gritaba con la esperanza de que sus compañeros le oyesen, pero arriesgándose a ser escuchado por el bando contrario.

Algo le hizo tropezar y caer. Era una mochila con un emblema. Se acercó y pudo leer la inscripción de la insignia: "Siempre Listo". Se la colgó a la espalda y siguió buscando a sus compañeros.

Mientras tanto, Luca notó que Kurt se había detenido detrás de él. Estaba inmóvil con algo en la mano. Luca le llamó en susurros, pero no respondió. Al acercarse observó lo que Kurt mantenía junto a su pecho. Era una muñeca en mal estado. Le faltaba cabello y estaba sucia.

 ̶ ¿Qué es eso, Kurt?  ̶ preguntó Luca preocupándose por su compañero. Pero él no respondió-. ¡Vámonos! Estoy oyendo a Bert... Debemos continuar.

Bert surgió de entre la niebla, sobresaltándolos.

 ̶ Me he encontrado una mochila. Quizás haya algo de comer o municiones.

 ̶ ¡Es una mochila de boyscouts, Bert! ¿Qué haces con ella? –Luca comenzaba a asustarse-. No sé qué pasa… Kurt ha encontrado una muñeca. Pero no estamos cerca de ninguna población. ¿Qué son estos objetos?

 ̶ Yo sé a quién pertenece esta muñeca ̶ dijo Kurt bajo la mirada extrañada de sus compañeros ̶ . Era de una niña judía del gueto. Yo la envié al campo de concentración.

Kurt recordaba perfectamente la escena. La madre intentaba sujetarla gritando y peleando con todas sus fuerzas. La pequeña, inútilmente, luchaba por volver con ella. La dejó en el tren sola, viendo como ejecutábamos a su familia, pero ella no soltó a la muñeca...

Bert observó entonces la mochila que llevaba a cuestas. Estaba manchada de sangre. Su mente regresó a Bydgoszcz. Los niños corriendo asustados, los disparos, sus gritos de dolor y pánico, las súplicas y los lamentos... Arrojó la mochila tan lejos como pudo. Su respiración era agitada y las lágrimas dejaban un surco húmedo entre la suciedad de su rostro. Los tres soldados se miraron sin pronunciar palabra. Las sombras les estaban rodeando.

Dispararon a discreción, pero las balas se perdían en la oscuridad. Instintivamente juntaron sus espaldas para cubrirse. La niebla amortiguaba los sonidos, pero, aun así, podían oír voces y sollozos cercanos. Poco a poco fueron distinguiendo sus caras. Los rostros de dolor y tristeza que conocían. A su memoria venían imágenes de dolor y sangre. La culpabilidad les encogió el corazón.

Cuando amaneció un pelotón salió a buscar a los tres hombres que no habían vuelto al campamento esa noche. Les encontraron agazapados bajo los matorrales, temblando y con la mirada perdida. Uno de ellos abrazaba una muñeca.


ESTRELLA VEGA con SAMUEL CUELLAR
25-01-2019

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