AMOR PERDIDO

Buenas amig@s,

Este fin de semana no salí de casa... Tenía que revisar mi novela y aproveché para escribir un cuento romántico. A ver qué os parece.


AMOR PERDIDO

Transcurrió su adolescencia y juventud enamorado de Elia. Nunca se atrevió a declararle su amor. Se conformaba con quererla en secreto.
A veces sus miradas coincidían, y él tenía la esperanza de perder ese miedo algún día y ser correspondido.
Pasaron los años, mas la situación no cambió y sus sentimientos tampoco.
Un aciago día, Elia desapareció del pueblo. La buscaron por los alrededores y la policía investigó infructuosamente. Jamás la encontraron. Se barajaron varias posibilidades. Una de ellas es que hubiese huido voluntariamente. Pero él nunca lo creyó, y siguió buscándola sin éxito.
Cierto anochecer, paseando con su perro, se alejó del pueblo. Soltó la correa del animal, y éste corrió libremente por el campo. Provocaba un agradable olor a heno y a hierbas silvestres a su paso. Sin darse cuenta llegaron hasta la era. Llevaba años sin pisar aquel lugar. Le traía recuerdos. Como todos los niños del pueblo, también él solía jugar en la zona. Las veces que conseguía una mirada de ella, se consideraba el más afortunado del mundo. Se dejó arrastrar por la nostalgia. Pensar en su pérdida le atormentaba.
Los ladridos del animal le sacaron de su ensimismamiento. Sujetando su correa, buscó en la dirección donde el perro dirigía la mirada. Una silueta se recortaba entre la vegetación. Conforme se fue acercando a ella, su vista se iba acostumbrando a las sombras.
Al principio pensó que su imaginación le engañaba. Pero no era así. Se trataba de ella, su amor de juventud. Había vuelto. No se planteaba cómo había llegado allí, ni por qué en ese preciso momento. No le importaba. Elia estaba allí.
Durante unos minutos se miraron en silencio. Entonces, él no dudó y, acercándose, la abrazó. Después de tantos años, le declaró sus sentimientos. Se fundieron en un beso y las estrellas fueron testigos de su amor.
A la mañana siguiente, la llevó a casa de su madre. Debía acompañarla al médico y aprovecharía para darle una sorpresa:
- Mamá, ¿te acuerdas de Elia?
-¿Elia? ¿La chica que desapareció? Sí, claro que me acuerdo. ¿Es que hay alguna novedad?
- No es eso, mamá. Es que está aquí -dijo haciéndola pasar.
Su madre le miró a su alrededor sin comprender. Su hijo no solía gastar esa clase de bromas y, sobre todo, tratándose de la chica de quién estaba enamorado.
-¿Qué quieres decir? No te entiendo. ¿Dónde está?
-Es ella, mamá. Está aquí. ¿Es que no la ves? -dijo sorprendido.
Entonces Elia se acercó al joven y, poniéndole la mano en el hombro, le susurró al oído.
-Cielo, no puede verme. Yo morí hace 20 años en la era donde nos vimos ayer. Un hombre acabó con mi vida. Mi cuerpo sigue allí –hizo una pausa y continuó-. Una vez en el otro lado, no debemos interactuar con los vivos ni mantener contacto físico. Pero yo me arriesgué a saltarme esas prohibiciones. Desde niña te he amado. No podía conformarme y perderte para siempre. Llevo 20 años esperando que vinieses a buscarme. Y ayer, por fin, lo hiciste.
Él la observó con lágrimas en los ojos. Volviéndose a su madre, que le observaba sin entender nada, añadió:
-Mamá. No te preocupes. Olvídalo. Bromeaba. Vamos, llegaremos tarde al médico.
Nadie podría verla, salvo él. ¿Qué más le daba? Lo único que importaba era que Elia había regresado y le amaba. Se amarían durante toda la eternidad.


Estrella Vega
02-02-2020

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