ALBEDRÍO


Buenas amig@s,

Este cuento se lo dedico a mi amiga, Luaby Pete. Tuvimos una interesante conversación por Facebook sobre el destino, las decisiones... y me propuso un cuento sobre ese tema.
Pues ¡ahí va!


ALBEDRÍO

Diariamente tomamos multitud de decisiones. Unas más relevantes que otras, pero todas tienen importancia en nuestra vida. De hecho, nos encontramos en el lugar que estamos en este momento, debido a las elecciones que escogimos desde el día en que tuvimos uso de razón.

Todas las encrucijadas que había encontrado durante el día habían conducido a Luaby, a esa terrible situación. Asustada en ese espacio tan reducido y a oscuras.  Intentaba pensar en qué momento eligió erróneamente. 

Ese sábado por la mañana decidió pasar el día fuera. El viernes salió muy tarde del trabajo y se encontraba agotada. Necesitaba un tiempo consigo misma.

Dudó entre ir a la playa cercana a su casa o hacer una ruta por la montaña. Finalmente eligió ponerse las botas de tracking y salir a andar. Estuvo caminando toda la mañana y, cuando llegó al mirador, paró a descansar y comer algo.

Mientras observaba el paisaje llegó otro excursionista sentándose cerca de ella.  A Luaby le recordó a un joven californiano. Con largo cabello rubio largo y una llamativa vestimenta deportiva. Cuando la saludó se dio cuenta de lo equivocada que estaba.

̶ Ciao, ragazza.¿Io puedo sentarme con te? ¿O ti disturbo?
Su simpático acento italiano le recordó uno de sus últimos viajes.

̶ No, no te preocupes. No me molestas.

Estuvieron conversando sobre el paisaje y sobre rutas parecidas que habían realizado. Cuando termino de comer su bocadillo, se despidió de él y continuó la marcha.

Al final de la ruta había un restaurante mirador con magníficas vistas y decidió quedarse un rato más. Se sentó en la terraza con un refresco, admirando el paisaje.

El excursionista que había conocido en la cima tuvo la misma idea que ella. Cuando la vio se acercó a saludarla con su bebida en la mano.

̶ Ciao de nuevo, ragazza. Io puedo sentarme con te?

̶ ¡Claro! Las vistas son fantásticas. Estoy haciendo un descanso antes de continuar al pueblo. Voy a coger allí el tren.

̶ Io tengo el auto en el aparcamiento de más arriba. Es dirección contraria, ma si quieres te acerco a il tuo treno.

El pueblo estaba alejado, y ella cansada de realizar la ruta. Pero no le conocía tan bien como para meterse en el coche. Realmente era un desconocido. Declinó su invitación amablemente y escogió bajar andando.

̶ Va bene, ragazza.

Cuando se despidieron, había comenzado a atardecer y se arrepintió de haberse quedado tanto tiempo en la cafetería. Pero la conversación era muy amena y las vistas acompañaban.

Llevaba un tiempo caminando cuando se encontró con un coche orillado en el arcén sin nadie en su interior. Dudó entre cruzar la carretera o seguir su camino. Finalmente continuó sin desviarse y pasó a su lado. 

Unos atrás suyo la hicieron volverse, pero era tarde. Sintió unos brazos que la aprisionaban por detrás y la arrastraban al vehículo. Intento forcejear, pero quién le agarraba tenía más fuerza que ella y le resultaba imposible desasirse. No conseguía ver su rostro, solo sus guantes negros.

Sin darse cuenta se encontró dentro del maletero del coche. Cuando el portón se cerró y se vio en ese espacio oscuro, grito con todas sus fuerzas. Era inútil y sabía que, en cuanto arrancase el coche, estaría perdida.

Unos ruidos en el exterior llamaron su atención. Pasos de gente corriendo, sonidos de lucha y golpes. Algo cayó al suelo y entonces, silencio.

Alguien se acercó al vehículo y la portezuela comenzó a abrirse. Lo primero que consiguió ver fue el cuerpo de un hombre. Estaba inconsciente en el suelo y llevaba puestos unos guantes negros.

Levantó la vista mientras escuchaba, en un encantador acento italiano:

̶ Ciao de nuevo, ragazza.


Estrella Vega


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